sexta-feira, 26 de fevereiro de 2010

Poniendo a Jesucristo en el centro de nuestro pensar y obrar


Poniendo a Jesucristo en el centro de nuestro pensar y obrar

Una teología como la de Calvino, que adquiere su perfil en una época donde la persecución de sus seguidores era cotidiana, que proclama separar la mentira de la verdad y que conoce el precio de la confesión que ésta exige, que ante el inicio de la contrarreforma prepara el caudal intelectual para la nueva fe a fin de lidiar con la iglesia romana y que sufre por el inevitable cisma, comparable a un divorcio matrimonial: dicha teología no puede negar la pertenencia a su época. Aún cuando esta teología vive del rigor del argumento como difícilmente otra lo haría, se percibe en ella la comprometida preocupación sobre la integridad de las congregaciones por las cuales se sabe responsable. Lo anterior rige especialmente para el centro de la Reforma, el testimonio de Cristo, que se había redescubierto y que logra su más pura expresión en la discusión respecto al rumbo de la iglesia.

En la respuesta al cardenal Sadolet (1539), que quiso devolver a Ginebra al seno de la iglesia católica, Calvino resume su cometido reformado en uno de sus más brillantes y polémicos escritos con la frase: „ mi principal esfuerzo, por el cual más he abogado en mi trabajo, estuvo siempre dirigido…. a que la fuerza y caridad de tu (Dios) Cristo se desprenda de todo sobrebarniz y resplandezca con toda claridad.“ Esta claridad, que rehuye toda oscuridad y sobrebarnices piadosos (particularmente en la doctrina de la justificación por la fe y la doctrina sobre la Santa Cena), es en primer lugar una claridad del pensamiento teológico que entrega la última certeza de que en Cristo se nos obsequia la clave del conocimiento de Dios: „Dios manifestado en carne“ como lo señala la concisa y muchas veces repetida fórmula. Él es el mediador, el puente que en cierto modo se tiende en forma „intermediaria“ y nos sostiene ante el abismo que nos separa de Dios, y por ello es al mismo tiempo, el punto de orientación que determina la comprensión de la Biblia en su totalidad. Aquí se trata de „toda la sabiduría que los seres humanos pueden entender y deben aprender en esta vida” , como Calvino lo explica con un concepto rector humanista en uno de sus primeros escritos, en el prefacio de la Biblia de Olivetan en francés („a todos los amadores de Jesucristo“, 1535). La teología como sabiduría para hacer frente a la vida: con esta aspiración se le descifra el significado de la muerte y resurrección de Cristo, como un ofrecimiento a nuestra existencia tanto controvertida como susceptible, que como tal merece ocupar el primer lugar de nuestros esfuerzos por una vida exitosa: „Acaso somos insensatos, él mismo es ante Dios nuestra sabiduría. Somos pecadores, él mismo es nuestra justicia. Somos impuros, él mismo es nuestra sanación…acaso no cargamos el cuerpo de la muerte, él mismo es nuestra vida.”

Aquí se mencionan los grandes temas que Calvino a partir de sus comentarios bíblicos materializó en la Institución de la Religión Cristiana, su obra principal que creció de edición a edición, y que en el siglo XVI desplegó en círculos cada vez más amplios el controvertido tema de la justificación por la fe con la pregunta: ¿Cómo halla justicia la vida que Dios nos ha dado? ¿Cómo encaramos sus incalculables carencias y nuestra culpa? Su respuesta es: integrándonos en la comunión que Cristo nos ofrece, sin mirarlo desde la perspectiva de un espectador „desde lejos, fuera de nosotros“, sino como El que „ha tenido a bien hacernos una sola cosa consigo mismo“.

La unidad con Cristo, la comunión con su justicia, que nos alivia de esfuerzos en vano, de buscar nuestra salvación bajo propio riesgo: ese es el programa teológico que contrapone a una iglesia, que en aquel entonces al igual que hoy, está amenazada con desgastarse y acabar en actividades que ella misma escoge („Obras del mundo“), lo que no guarda ninguna relación con el llamado hacia una existencia cristiana apartada del mundo, puesto que quien encuentra su justicia en Cristo no puede resignarse a las injusticias del mundo. Ningún otro teólogo ha intervenido con semejante firmeza en asuntos económicos y políticos en sus sermones (especialmente sobre Deuteronomio), a tal punto que por haber emprendido enérgicamente esta labor de estructurar el mundo, con cuestionable derecho se le ha querido estereotipar como padre de la modernidad. Sin embargo, aquí siempre han estado en juego otras cosas, si Calvino aboga por el justo uso de los dones de la creación, por el cobro de intereses razonables también para los pobres, por la igualdad de todos ante la ley, o si lucha por limitar el despotismo de la realeza o es un defensor de la libertad en donde el orden estatal está designado como protector: lo primordial para él es que nuestra ética y nuestro obrar que se deriva de ésta, deba responder a la norma que él piensa está trazada en la práctica ejemplar que Cristo vivió en su vida terrenal. La dimensión de justicia ilustrada aquí también debe encabezar nuestra praxis cotidiana, formulado teológicamente: la justificación tiene su objetivo en la santificación, en la orientación incondicional de nuestro obrar en el camino de Jesucristo. “No podemos poseer a Cristo sin ser hechos partícipes de su santificación; porque Él no puede ser dividido en trozos” Como justamente se ha dicho, esta unidad inseparable constituye el núcleo de su teología.

Esta unidad concebida en una deducción, que por largo tiempo fue olvidada, considero es el discernimiento más brillante de Calvino. Él estableció un estrecho vínculo entre Cristo y el libro fundamental de la ética bíblica, la Torá (Ley Mosaica), en vez de desligarlo directa y categóricamente de Cristo (como lo hizo la larga tradición exegética). En esta ley, según su tesis, está determinada toda la promesa de la llegada del Reino de Dios, por ello no puede haber una diferencia sustancial en la proclamación de la salvación en el Antiguo y Nuevo Testamento. Ambos, judíos y cristianos viven de la “misma sustancia”. El “legalismo” que se suponía atribuírsele a los judíos y luego a los reformados, era en su esencia la fidelidad a la ley, que Pablo denomina como “santa, justa y buena” (Ro. 7,12), puesto que Dios mismo la dio con miras a la llegada de Cristo y por eso en cierta forma sólo “en su nombre” se cumplirá: “Cristo ya era conocido entre los judíos bajo la ley mosaica”, aún cuando con toda claridad recién en el Evangelio se nos revela. Basándonos en esto, ¡vaya con qué libertad, ausente de tensiones y pretensiones de sabiduría, podríamos entrar en contacto con el judaísmo! A la inversa, la unidad de la justificación y santificación concebida en Cristo, del pensar teológico y obrar cristiano, mira hacia un objetivo que Calvino lo describe como „la meditación de la vida futura” (meditatio futurae vitae). La santificación, la práctica de los cristianos, está orientada por una parte en el seguimiento de Cristo crucificado, que nos pone sin ilusión alguna en un mundo „turbulento“, dividido por luchas y que padece por innumerables males, y por otra parte, nos lleva junto con Cristo hacia la resurrección, “de la muerte cruzamos a la vida.” Como máxima del obrar cristiano, la ley desde sus raíces antiguo-testamentarias, es absolutamente un camino de esperanza, de lo venidero, de lo nuevo en comparación al presente, de lo revolucionario y así en cierto modo, la orientación hacia la vida futura es la prueba si hemos comprendido que ésta no significa la integración en el mundo que nos es demasiado familiar, sino en la „comunión de los santos“.

Una iglesia que se entiende como esta comunión y que pone a Cristo en el centro de su pensar y obrar, desde luego también reconocerá y realizará lo necesario para este mundo.

Prof. Dr. Christian Link, Bochum

Traducción del texto original en alemán

http://www.calvin09.org/calvin-theo/calvin-theo-texte/calvin-und-christus.html&lang=4

quinta-feira, 25 de fevereiro de 2010

Proclamação de Calvino da Glória de Deus


Imagem:http://www.tbc-amarillo.com/web/index.php?page=ministries

Proclamação de Calvino da Glória de Deus

Em paralelo com a glória prazo, Calvino usa termos como esplendor, brilho, fama, prazer, exaltação, paz, felicidade e beleza. Segundo a Calvin glória de Deus tem três dimensões.

1. "A glória celestial de Deus"

Calvin (Institutos IV.5.17) escreve que a morada de Deus no "céu" deve ser entendida como "que ele não se limita a nenhuma região, mas difundida sobre todo o espaço. Mas, como nossas mentes brutas são incapazes de conceber a sua glória inefável, que é designada para nós pelo céu "(III.20.40). Esta glória é parte da própria essência de Deus: Deus é glorioso. A presença do céu depende da presença do nosso Deus glorioso. Na sua ausência, o "céu é remota". Quando a sua glória brilha, tudo é celestial.

Deus em sua glória não deve ser colocado em um outro mundo além do que é visível. Pelo contrário, estamos constantemente rodeados por uma riqueza de ponteiros visíveis para a glória de Deus. "Onde quer que você gira seus olhos, não há nenhuma parte do mundo, como nunca minutos, que não apresentam pelo menos algumas centelhas de beleza" (I.5.1). Deus o criador procura mostrar a sua glória ", como em um espelho", traduzido, nomeadamente, Seres humanos criados à imagem de Deus (II.12.6). Mas mesmo que a glória de Deus brilha através de sinais externos para trás, ele ainda deve ser compreendido espiritualmente (I.51.3).

Para o momento, podemos perceber a glória de Deus Pai, apenas indiretamente. Para ser mais preciso, poderíamos fazê-lo, mas na verdade não como o resultado do pecado humano. "Eve-rything que é glorioso, devem ser submetidos ao Senhor" (IV.5.17). Mas se pararmos no esplendor das coisas terrenas, então "o mundo, que foi criado como o espelho de Deus, deve ser o seu próprio criador". Isto significa então que "a natureza é Deus" (I.5.5) e que "enquanto os olhos do mundo parece grande para os nossos olhos, que cega nossos olhos para que a glória de Deus é fechado como em trevas" (em Tito 2,13 ; CO 52,424).

2. A glória do mediador

O mediador entre Deus e os seres humanos é o nosso "Deus da glória inefável" (Insti-titui I.13.10), e não Deus, o Pai, mas um seu Filho. Sua divindade é caracterizada por sua glória. Nele, verdadeiro Deus e verdadeiro homem, a glória de Deus é tornar-se visível para os seres humanos que estão cegos por seus pecados. "Se você ouvir que o Filho de Deus é o esplendor da glória de seu Pai, lembre-se que a glória do Pai é invisível para você un-til it brilha em Cristo ... Pois, embora Deus é a única luz que deve iluminar todos nós, só neste esplendor ele pode chegar até nós "(em Heb.1.3; CO.55.12). Nós vamos encontrar a glória de Deus revelado um ser profundamente alarmante ", até que Cristo interpõe, e converte um trono de glória terrível em um trono de graça" (Institutos III.20.17). A graça de Deus e da glória de Deus são entrelaçadas. "A glória prazo ... denota que brilha na bondade de Deus. Pois nada é mais essencial para ele em seu testamento para glorificar a si mesmo do que a sua bondade "(em Ef. 1,11; CO 51,152). Ele mostra seu poder na sua mais gloriosa quando ele vem para nos ajudar na nossa fraqueza "(em Col.1.11; CO 52,82).

Mas nós realmente ver a glória de Deus, uma vez que se tornou visível desta forma? Calvino responde que os seres humanos "pode perceber em Cristo a glória que ... era a certeza de tes-temunho de sua divindade". Mas "apesar da glória de Cristo poderia ter se tornado visível a todos, permaneceu desconhecido para a maioria por causa de sua cegueira. Somente os poucos cujos olhos foram abertos pelo Espírito Santo que contemplamos a manifestação da sua glória "(Jo 1,14; CO 47, 15). A revelação de Deus em Cristo não se torne uma revelação de que qualquer um pode compartilhar polegadas É só no Espírito Santo que estamos abertos para a glória de Deus em Jesus Cristo, mas de tal maneira que nós percebemos isso na promessa revelação de seu futuro.

E assim: "Onde quer que esta fé viva existir, ele deve ter a esperança da vida eterna como seu companheiro inseparável" (Institutes III.2.42). Mais uma vez, a esperança não pode ser separada da fé. Para "Cristo [é] a esperança da glória" (no Col.1.27; CO 52,97). "O esplendor da glória futura que Deus quer para nós chega até nós através do evangelho" (em Rom. 5,2; CO 49.89f.). Isso significa que: (1) o evangelho de Jesus Cristo nos dá esperança de glória futura; (2) a glória já começa a aparecer para nós no evangelho, e que (3) a glória que nos traz alegria, porque revela a graça de Deus lhe concedeu em Cristo.

3. A glória dos filhos de Deus

Na esperada revelação da glória de Deus, ele vai "brilhar para todos os lados, de modo que ele vai permitir que todos os seus eleitos a participar dele" (Tt 2,13; CO 52,424). Este é, então, concedida a nós somente pela graça (Institutes III.21.7). "É um ato maravilhoso de Deus que habita a esperança da glória celeste em vasos de barro e frágil" (em Col.1.27; CO 52,97). "Embora nossa salvação tem sido envolta em esperança com respeito a nós mesmos, nós já pos-sess abençoado imortalidade e glória em Cristo" (em Ef. 2,6; CO 49.89f.) E "apesar de estarmos ... disse que o reino de Deus será cheio de glória ..., mas as coisas que queria dizer com estas palavras permanecem ... como ele estava envolvido em enigma, até que chega o dia em que ele irá manifestar a sua glória para nós face a face "(Institutos III.25.10). Abordaremos nesse dia "anseio pela glória de Deus" (sobre Matt. 6,13; CO 45,203). Até então, nós continuamos a viver em aflição. Só então "o Senhor vai trazer o seu próprio ... de ignomínia para a glória" (Institutas III 8,4). Entretanto, não devemos nos deixar ser enganados, mas para colocar eve-rything para trás para seguir a Deus e só a sua vontade.

E depois? "Em sua aparição de Cristo será afastar o fumo do mundo, para que ele não obscurece o esplendor da sua glória" (em Tito 2,13; CO 52,141). Então, o nosso louvor a Deus ressoam, o elogio "de sua gloriosa graça" (em Ef. 1,5; CO 51,149). "Vamos receber a glória de Deus no seu mais elevado quando não estamos mais qualquer coisa que não sejam os vasos de sua misericórdia" (em Ef. 1,11; CO 51,152). Uma vez lá, Deus vai estar no centro das coisas, mas não sozinho, sem as suas criaturas. Ele vai recebê-los e atraí-los para onde eles vão se alcançar a paz e tranquilidade. "As almas dos justos, depois da sua guerra está terminada, obtenha abençoado descanso na alegria, onde eles esperam para a fruição da glória prometida" (Institutas III 25,6).

Dr. Eberhard Busch, Göttingen
http://www.calvin09.org/

segunda-feira, 22 de fevereiro de 2010

A Importância do Espírito Santo e seu papel na salvação


A Importância do Espírito Santo e seu papel na salvação

A questão do Espírito Santo, ocuparam um lugar central no pensamento de Calvino. Na verdade, não é demais dizer que metade das instituições foi dedicado à obra do Espírito Santo. O Espírito Santo é certamente um foco de livros III e IV, em que Calvino expôs sobre os benefícios que os crentes tirar da obra redentora de Deus em Jesus Cristo. Depois de abordar este benefício próprio (livro III), ele passou a discuti-la no contexto dos meios externos, que servem de vetores, ou seja, a Igreja e seus sacramentos (livro IV). Ninguém, no entanto, pode beneficiar o trabalho de Cristo a menos que ele está unido com ele. E a ligação concreta dessa união não é outro senão o Espírito Santo. Ou, para pô-lo mais precisamente, é porque o Espírito opera sobre os crentes que estão realmente envolvidos na obra salvadora do mediador.

O trabalho principal do Espírito - que Calvin referidos como "chef d'oeuvre" - é nada menos do que a fé, a modalidade concreta de nossa comunhão com Cristo. Isso resulta em um estado de comunhão dupla de graça: a graça da justificação e da graça de santificação. Como cada um é o objeto de uma entrada separada, eles não serão abordados no presente trabalho. A seguir centra-se em vez disso, um aspecto particular da fé: a colocação de fé na Bíblia pelos crentes que reconhecem a própria palavra de Deus nele. Em outras palavras: o que pretendemos analisar nada mais é do que a relação entre Escritura e do Espírito.

Calvino começa por salientar que é impossível jogar os dois uns contra os outros, como os de uma certa persuasão gostaria de fazer, e, expondo-se uma comunicação íntima do Espírito, para evitar a necessidade de Escritura. Na opinião de Calvino, no entanto, é presunçosa e vã a pretensão de receber revelações particular, sem qualquer ligação com a revelação bíblica. Como "Deus não fala do céu todos os dias," a questão da autenticidade destas revelações é imediatamente levantada. Os espíritas atribuem isso ao Espírito. Sim, mas que tipo de espírito que é? Como podemos dizer a diferença entre a subjetividade pura e sendo movidos pelo Espírito de Deus? Além disso, negando as Escrituras, porque beneficia de uma inspiração direta leva à conclusão absurda de que o Espírito de Deus não é um Espírito, única e coesa - como se Deus podia ignorar ou mesmo negar hoje o que o Espírito inspirou nos escritores bíblicos no passado.

Escritura e do Espírito nunca devem ser pensados como opostos, mas antes deve ser visto junto. Esta é, de fato, a tese central de Calvino sobre o assunto: Espírito por si só traz a certeza da inspiração bíblica e sua autoridade divina, só Deus é testemunha direta com Deus, e só ele pode autenticar sua própria presença na Escritura no coração dos crentes . Calvin chama esse o segredo (ou interna) testemunho do Espírito Santo.

Estas considerações desqualificar a validade de dois créditos. A primeira delas é a afirmação da Igreja. Seguindo a máxima agostiniana: "Eu não acreditaria no Evangelho, se a Igreja não me move a fazê-lo", os teólogos católicos dizem que a Igreja sozinho (ou seja, o que seria chamado o seu magistério nos anos posteriores) tinha o direito de autenticar os livros sagrados , tal como tinha sido o direito de estabelecer o cânone no passado. Calvin resposta a esta era, em essência, que o estabelecimento da Igreja como o garante da Escritura era nada mais, nada menos do que a derivação da autoridade da Palavra de Deus de julgamento humano. (Este não é o que seus adversários quiseram dizer, mas agora estamos referindo-se à maneira pela qual Calvino argumentou, e não a correção de seus argumentos.) A segunda alegação que Calvin desclassificado por razões as mesmas preocupações que a razão humana, apontando que seria um absurdo tirar a autoridade divina de julgamentos humanos.

Em conclusão, vamos citar uma passagem famosa: "Essa, então, é uma convicção que não pede razões; tal, um conhecimento que concorda com a maior razão, a saber, conhecimento em que a mente descansa mais firme e segura do que em qualquer razões, como, in fine, a convicção de que a revelação do céu só pode produzir. Eu não digo nada mais do que todo o crente experimenta em si mesmo, mas as minhas palavras estão muito aquém da realidade. Eu não me debruçar sobre este assunto no momento, porque nós vamos voltar a ele novamente: só vamos agora compreender que a única fé verdadeira é aquela que o Espírito de Deus sela em nossos corações. "Como se pode ver, Calvin recorreu a trocadilhos em sua afirmação de que nenhum motivo para ter certeza de que Deus é aquele que nos fala através das Escrituras está acima e além de toda a razão. E parece que foi por essa razão que Calvino recorre ao vocabulário de sentimentos, não do tipo de sentimento que leva ao pensamento intelectual, mas os sentimentos que ultrapassam todo o pensamento tal. A confiança que depositamos em Escritura é "existencial" na natureza, no sentido de que envolve toda a pessoa e não confiar em uma certeza intelectual que nos permitam dar a nossa aprovação a certas proposições. E, para reiterar, esta certamente não decorre da sua demonstração, mas da ação de Deus: a acção através da qual ele garante a autoridade de sua palavra nos corações dos fiéis, testemunhando a si mesmo, assim convertendo o assunto em uma questão de acreditar. Desta forma, o evento que me permite reconhecer a palavra de Deus nas Escrituras é o evento mesmo através do qual Deus dirige-me a me transformar em um assunto acreditar, eu dou a minha fé a Escritura no exato momento em que o Espírito Santo cria a fé em mim.

1. Espírito Santo e Justificação

Articulus Stantis et cadentis Ecclesiae ", o artigo segundo o qual a Igreja permanece ou cai." Lutero usou estas palavras para descrever a questão da justificação pela fé. Alguém poderia dizer que ele concebeu isso como um artigo fundamental da fé, no sentido literal da palavra, isto é, que o empréstimo de uma fundação, com a justificação pela fé significa que todos os outros artigos de fé. Claro perspectiva de Calvino não correspondem inteiramente com Lutero. Com Calvino, de fato, entender os crentes "espiritual de Cristo, ou, se preferirmos, as ações do Espírito Santo, que permitem que os crentes a beneficiar do trabalho realizado por Cristo, longe de ser limitado a uma justificação, estender a santificação e regeneração como bem. Calvin faz, no entanto, mencionar a justificação pela fé como sendo um artigo "principal da religião cristã".

Calvino entende "justificação", uma vez mais apenas como Lutero, para significar que Deus considera o seu eleito para ser justo, assim como eles permanecem pecadores. Esta tese é apenas aparentemente paradoxal, mas na verdade significa que a justiça de um assunto não é de todo atribuída ao próprio sujeito, e não é o resultado de qualquer mérito especial, mas da graça de Deus sozinho. Nós somos tão justos como somos considerados: a justiça não vem de nós, vem a nós. Isso resulta justiça do trabalho do Espírito Santo, que se estende a nós a justiça de Cristo. Calvin assim recaptura Luterana iustitia aliena expressão ou "justiça estrangeira", ou seja, longe de comprovação da existência de uma qualidade intrínseca no assunto, Deus concede esta justiça de fora. No entanto, esse dom de modo algum implica uma alteração substancial no estar daqueles que justifica, em outras palavras, a justificação não é expresso por uma mudança de substância ou essência, como se a essência divina se modificar a essência humana. Ele dedica páginas das instituições a esta questão em particular na medida em que Andreas Osiander, um luterano, que, como aconteceu assim, não concordou com Lutero sobre este ponto, acertadamente falou de "justiça essencial." Em oposição a esta tese, Calvino repetidamente afirmado que a justiça do crente é na verdade uma "qualidade" inata de Cristo que é imputada aos crentes.

Vendo isso como um dom da justiça imputada nos permite vê-lo não como uma mudança ontológica no crente, ou para essa matéria, como uma mistura do humano e do divino no ser humano. Calvino estava muito focada na transcendência de Deus a adotar essa tese. Esta foi também a razão para insistir que a justificação é obra do Espírito, longe de ser a comunicação substancial de justiça, a justificação é muito mais uma comunicação espiritual. Isto demonstra, portanto, que a teologia do Espírito Santo é uma teologia da transcendência.

No que respeita à justificação, uma freqüentemente levanta a questão de como "fé" deve ser compreendida na expressão "justificação pela fé." Calvin prevista a seguinte definição: "Vamos agora ter uma definição completa de se dizer que é um firme e seguro conhecimento do favor divino para conosco, fundado sobre a verdade de uma promessa gratuita em Cristo, e revelada às nossas mentes e seladas em nossos corações pelo Espírito Santo. "A fé calvinista não pode ser reduzido ao que nós um termo simples crença comparável a uma simples consciência do estado da matéria fora de nós mesmos. Como um dom do Espírito Santo, a fé é, em vez nossa relação real com Deus, ou seja, a própria condição de nossa justificação e nosso conhecimento do ser justificada.

Até este ponto, não há verdadeira diferença entre Calvino e doutrinas de Lutero. Um ponto em que o ensino do reformador de Genebra não pode ser equiparada com a de seu antecessor em Wittenberg diz respeito à justificação das obras. Calvino claramente não falar da justificação pelas obras, para ele, o ponto em questão é em vez a justificação das obras. Esta doutrina é descrito nas seguintes linhas: "Assim como nós parecem justos diante de Deus depois de ter sido feito membros do Corpo de Cristo com os nossos defeitos ocultos em virtude de sua inocência, nossos trabalhos são considerados justos com todos os males mesmo, não imputada a nós, porque estamos vestidos com a pureza de Cristo. Isto dá-nos o direito de dizer que somente pela fé, não só o homem, mas também as suas obras são justificados. "Aqui novamente nos deparamos com a noção de imputação, no contexto da não-imputação. Pois, assim como a justificação do homem consiste na imputação de uma justiça que não é realmente o seu, o mesmo acontece com a justificativa de suas obras consistem na não-imputação de culpas que são seus. Vemos assim que esta explicação não é completa, que abrange cada pessoa em todos os seus aspectos, e que é livre porque não há nada dentro de nós para merecê-lo, mas também não há nada em pé no nosso caminho.

Marc Vial, Professor Assistente da Faculdade de Teologia, Genebra

Tradução do texto original em francês

http://www.calvin09.org/